El inesperado factor climático que frenó el tráfico de cocaína y un cambio en la calidad

El pasado sábado 17 de mayo, la Gendarmería secuestró 258 kilos de cocaína que viajaban en dos camionetas, de norte a sur, por la ruta 40. La droga había sido acondicionada en los paneles laterales y posteriores de los vehículos. Dos parejas fueron detenidas. Declararon que habían salido de Salta e iban a Catamarca.

Ese operativo se concretó a las 14.30. Apenas seis horas antes, en una gomería abandonada de Ciudad Sagrada de Quilmes, en Salta, otro escuadrón de Gendarmería encontró 426 kilos de cocaína escondidos dentro de neumáticos. En Aguaribay fue detenido el camión que tenía doble fondo y había descargado el cargamento poco antes.

Casi 700 kilos -que en Bolivia valen un millón y medio de dólares, en Buenos Aires 14 millones y en Europa 34 millones- habían pasado la frontera por tierra.

Tal vez iban a consolidarse en algún punto de acopio y, de allí, partir al exterior, o tal vez se usaran para alimentar el consumo interno, que tampoco es un negocio a despreciar.

Según un estudio hecho por la Secretaría de Políticas Integrales sobre Drogas de la Nación Argentina (Sedronar), en 2017- del que se está preparando una versión actualizada-, en Argentina hay 200 mil personas que consumen periódicamente cocaína y el mercado interno absorbe entre 12 y 14 toneladas por año.

Que en apenas unas horas y en solo dos procedimientos se hayan secuestrado 700 kilos ¿Habla de un boom?

Según los especialistas, no: las lluvias de verano y el desborde del Río Bermejo entorpecieron la logística del contrabando por tierra y lo que se ve hoy es lo que no pudo pasar durante los primeros meses del año.

Sin embargo, hay otros fenómenos a tener el cuenta.

Aunque el flujo en la frontera, e incluso el precio, se mantienen más o menos estables desde hace seis años, la calidad de la droga se fue puliendo. Hoy es más pura y desde el punto de vista de las autoridades esto se debe a la gran competencia que hay en el mercado.

El millonario negocio se lo reparten entre los productores bolivianos y peruanos y los carteles brasileños -con el Primer Comando da Capital (PCC) a la cabeza-, el uruguayo Sebastián Marset -sobre el que la DEA acaba de poner una recompensa de dos millones de dólares- y las organizaciones internacionales como la Ndrangheta calabresa o la mafia albanesa.

El año pasado, las fuerzas federales (Policía Federal, Policía de Seguridad Aeroportuaria, Gendarmería y Prefectura) secuestraron casi 12 toneladas de cocaína.

Hasta el 1° de mayo de 2025, iban secuestradas 3,8 toneladas manteniendo la misma escala.

Por el Noroeste Argentino (NOA), el tráfico suele ser por tierra a través de rutas o de caminos alternativos. Ya son corrientes los grupos de mochileros que son enviados por el monte o las motos todo terreno con la que se busca evitar los retenes. Eso además de todos los trucos imaginables para esconderla en vehículos chicos medianos y grandes.

Ahora las autoridades están concentrando su atención en el NEA (Noreste Argentino) sobre todo por los vuelos ilegales de aviones. Aseguran que son cada vez más frecuentes. parten de Bolivia, a veces hacen escala en Paraguay y tiran o descargan la droga en campos de Entre Ríos o Santa Fe. Algunas siguen a Uruguay.

Esto no es nuevo, pero desde el Ministerio de Seguridad de la Nación apuntan a un control en crecimiento del Primer Comando da Capital (PCC) brasileño que ya tiene una fuerte presencia en Paraguay a través de grupos como Bala Na Caca.

Mas allá de lo que queda para el consumo local, los grandes carteles como los de la mafia calabresa (Ndrangheta) o albanesa se nutren de grandes cargamentos que, en general, parten a Europa en buques de carga contaminados.

En Argentina contratan grupos locales que se encargan de la logística.

Un ejemplo de esto fue el buque Ceci, en el que hace unas semanas se encontró media tonelada de cocaína que el cocinero del barco había subido a bordo.

La droga fue descubierta por el capitán en el puerto de San Lorenzo (Santa Fe), pero había sido subida a la embarcación desde una lancha rápida días antes, cuando el Ceci estaba fondeado frente al puerto de Montevideo. Su destino era Holanda.

Y aquí viene otro actor de importancia, el uruguayo Sebastián Marset (35), uno de los narcos prófugos mas importantes de la región fundador del Primer Comando Uruguayo (PCU).

Marset no tiene ninguna causa abierta en Argentina, pero las balas con su nombre pican cada vez más cerca.

A Marset, narcotraficante, futbolista y productor de espectáculos, lo busca todo el mundo. La Interpol lo tiene en su lista por presuntamente transportar al menos 16 toneladas de cocaína entre Paraguay y Europa a través de Uruguay. La DEA también lo persigue.

El diario El Observador de Uruguay también detalló que el narco vivió de forma permanente en Asunción, desde el 2020, junto a su pareja, la también uruguaya Gianina García. Él está prófugo, pero ella se entregó en España y acaba de ser extraditada a Asuncion.

Una mega investigación realizada en Paraguay llegó a establecer que el uruguayo era el líder de un esquema transcontinental de tráfico de narcóticos y lavado de dinero con nexos con miembros de la familia Insfrán, un clan paraguayo con fuertes lazos con la política y la Iglesia católica.

Su principal perseguidor, el fiscal Marcelo Pecci, fue asesinado en Colombia en mayo del 2022, durante su luna de miel. Los sicarios irrumpieron en la playa en motos de agua y lo fusilaron. El propio presidente de Colombia Gustavo Petro lo señaló a Marset como el responsable.

Se sabe, la droga grande sale por los puertos y la Argentina aun no figura en el top ranking de los lugares más calientes como Guayaquil (Ecuador) o Santos (Brasil).

Pero no es una cuestión de estar tranquilos, hace apenas unos años los decomisos de cocaína en los operativos de frontera boliviana-argentina se contaban por kilos y gramos y ahora con cada vez mayor frecuencia se habla de toneladas.